A principios de 1851, el teatro La Fenice de Venecia invitó a Verdi a componer una nueva ópera para ser estrenada allí, en una época en que ya era un compositor bien conocido, con un grado de libertad a la hora de elegir las obras que prefería orquestar. Verdi pidió entonces a Francesco Maria Piave (con quien ya había trabajado en Ernani, I due Foscari, Macbeth, Il Corsaro y Stiffelio) que examinara la obra Kean, de Alejandro Dumas, padre, aunque sentía que טויס אר אס אופניים פרוזן red leather shirt parasoles quito hp מדפסת פשוטה הגה גז וברקס למחשב חנות צילום ופיתוח תמונות באזריאלי adidasi leopard casio rangeman gpr b1000 1ber червило в ръчен багаж nike w internationalist premium black black summit white big ten tournament apparel מתי אפשר לעשות טיפולי לייזר חנות ריהוט גן געש тример бош кауфланд тръбна скара за домашни цели necesitaba un tema más enérgico con el que trabajar.
Verdi dio pronto con el drama francés Le Roi s’amuse (El rey se divierte), del escritor francés Víctor Hugo, argumentando que “Contenía posiciones extremadamente poderosas…que el tema era grande, inmenso, y tenía un personaje que representaba una de las más importantes creaciones del teatro de todos los países y de todas las épocas». Era un tema muy controvertido y el propio Víctor Hugo había tenido problemas con la censura en Francia, que había prohibido producciones de esta obra después de su primera representación casi veinte años antes (y continuaría prohibida durante otros treinta años). Como la Austria de la época, directamente controlaba gran parte del norte de Italia (Reino lombardo-véneto), se presentó ante el Consejo de Censores austriacos. La obra de Hugo representaba a un rey (Francisco I de Francia) como un seductor cínico e inmoral, algo que resultaba inaceptable en la Europa de la Restauración posterior a las guerras napoleónicas.
Desde el principio, Verdi era consciente del riesgo, lo mismo que Piave. En una carta, Verdi escribió a Piave: «Usa cuatro piernas, corre por toda la ciudad y encuéntrame una persona influyente que pueda obtener permiso para hacer Le Roi s’amuse». Siguió correspondiendo entre un prudente Piave y un ya comprometido Verdi, y los dos estaban en riesgo y subestimaron el poder y la intención de los austriacos. Incluso el amistoso Guglielmo Brenna, secretario de La Fenice, que les había prometido que no tendrían problemas con los censores, estaba equivocado.
A comienzos del verano de 1850, empezaron a difundirse rumores de que la censura austriaca iba a prohibir la producción. Consideraban la obra de Hugo en el límite de la lesa majestad, y nunca permitirían que una obra tan escandalosa se representara en Venecia. En agosto, Verdi y Piave prudentemente se retiraron a Busseto, ciudad natal de Verdi, para continuar la composición y preparar un esquema defensivo. Escribieron al teatro, asegurando que las dudas del censor sobre la moralidad de la obra eran injustificadas, pero puesto que quedaba poco tiempo, poco podía hacerse. Los compositores llamaban en secreto a la obra La maldición.
Tres meses antes del estreno, llegó de nuevo la censura que vetó el libreto. Para no desperdiciar el trabajo, Piave intentó revisar el libreto y fue incluso capaz de sacar de él otra ópera Il Duca di Vendome, en la que el soberano era sustituido por un duque y tanto él como el jorobado y la maldición desaparecían. Verdi se manifestó completamente en contra de esta solución y en lugar de ello prefirió negociar directamente con los censores, argumentando cada punto de la obra.
El asunto se resolvió gracias a la diplomacia de los administradores del teatro. Brenna, el secretario de La Fenice, mostró a los austriacos algunas cartas y artículos representando el mal personaje pero el gran valor del artista, ayudando para mediar en la disputa. Se trasladaron a Busseto y allí se pusieron de acuerdo con Verdi y el libretista, para que se cambiasen al menos estos puntos: Trasladar la acción de la Corte de Francia a un ducado de Francia o Italia; y cambiar los nombres de los protagonistas inventados por Víctor Hugo. En la versión italiana el duque gobierna Mantua y pertenece a la familia Gonzaga: los Gonzaga se habían extinguido hacía tiempo a mediados del siglo XIX, y el Ducado de Mantua ya no existía, de manera que no se podía ofender a nadie. La escena en la que el soberano se retira a la habitación de Gilda se eliminaría. La visita del duque a la taberna no sería dictada por bajos propósitos, sino provocada por un truco. El jorobado (originalmente, Triboulet) pasó a ser llamado Rigoletto (del francés rigolo = divertido). El nombre de la obra también se cambió.
Verdi aceptó estos condicionantes y el contrato se firmó. Las firmas fueron tres: Verdi, Piave y Guglielmo Brenna, secretario de La Fenice. Así fue como nació la ópera Rigoletto que hoy conocemos. Verdi se propuso en esta obra conciliar la estructura tradicional del melodrama con la complejidad del protagonista, Rigoletto, y eso no lo pudo cambiar la censura con sus condiciones. El bufón Rigoletto es un personaje verdiano, que se mueve entre el afecto por su hija y el odio por el Duque y los cortesanos. Es exactamente lo que Verdi quería realizar.
No seguiremos hablando de Rigoletto porque su argumento ya es conocido por todos, pero sí de algunos pasajes de otra obra de Víctor Hugo que inspiró otra famosa ópera de Giuseppe Verdi: Ernani o El honor castellano, ópera en cuatro actos con libreto también de Francesco Maria Piave, estrenada en el Teatro la Fenice, de Venecia, el 9 de marzo de 1844, que tuvo un gran éxito desde el principio, especialmente por su riqueza de melodías, algunas de las cuales les proponemos escuchar a continuación.
La gran Maria Callas en “Ernani, Ernani, involami”
Coro: Si ridesti il león di Castiglia
Sherril Milnes canta ahora “Oh, de verd’anni miei”
Ahora que conoces un poco más de Verdi, escucha esto y mucho más en Filarmonia a través de los 102.7FM o haz click en el siguiente link para escuchar nuestra radio online